Soñar es una palabra que en LATAM hace unas dos décadas, no era muy utilizada con el fin de inspirar, ha sido en estos últimos años que se nos ha “permitido” el acceso a su uso, a utilizarla y a inspirarnos. Muchas veces corriendo el riesgo de la burla ciega y envidiosa de otros que quizá no han corrido con la suerte de tener acceso a ella, sea por la nula intervención de sus primeros líderes, sus padres, por gente que está al rededor de ellos, tutores o maestros; el caso es que cual sea la situación ahora es nuestro deber poder hacerla parte de nuestro vocablo, pero más aún, de nuestro diario vivir.
Cuando intento recordar cómo he llegado a hacer lo que hoy, algo que me encanta, que me mueve, que amo; veo muchas facetas, muchas oportunidades y mucha gente que me inspiró, pero también, reconozco, hubo muchísima gente que se burló.
Esto me hace notar que una actitud soñadora intrínsecamente traerá gente que no creerá en ti, que intentarán tirar tus sueños a la basura, que dirán que no eres capaz y que sería mejor desistir. Gente que incluso podría ser de tu familia, que a veces con el fin de “ver lo mejor para ti” intentará darte otras vías alternas a las que tú quieres seguir. Hoy lo que quiero es (como suelo hacerlo eventualmente) invitarte a seguir soñando, a seguir creyendo y tal como lo sugieron en mi blog, lo veo en tres pasos (claro puede haber más): esfuérzate, capacítate, consíguelo. No será fácil, te lo garantizo, no vendrá de un día para otro, pero sí estoy seguro que sea como sea, con fe en ti, en la vida, en Dios… tarde o temprano puedes hacer tu sueño realidad.